En otro evento digno de la literatura kafkiana, de esos que hoy presenciamos con insospechada frecuencia, el ministro Luis María Aguilar de la Suprema Corte de Justicia, reconfiguró su proyecto para intentar a toda costa y por segunda ocasión, que esa institución del poder judicial usurpe las funciones del poder legislativo, pretendiendo dar un auténtico golpe de estado desde el seno del mismísimo órgano responsable de vigilar y hacer cumplir la ley.

En su primera embestida, apoyado en un amparo presentado por miembros de la Unión de Tepito, cartel del crimen organizado en la Ciudad de México, este ministro configuró su primer proyecto para cancelar el artículo de la Constitución en el que se establece la prisión oficiosa automática para los delincuentes que hayan cometido delitos graves, sin que un juez pueda aplicar su criterio a fin de que esto no suceda.

Es importante entender que se clasifican como delitos graves algunos que tienen que ver con crímenes cometidos por delincuentes comunes y otros que son incurridos por delincuentes de cuello blanco, fundamentalmente la evasión de impuestos, el contrabando, la compra de facturas falsas y similares. El primer proyecto de Luis María Aguilar los abrazaba a todos.

En este segundo proyecto solamente quiere desaparecer la prisión preventiva automática en delitos de cuello blanco, repitiendo el despropósito originalmente planteado, pero esta vez muy claramente beneficiando solo a los que con toda seguridad, le están pagando para que se exhiba como un mercenario barato y ridículo, colocado en un cargo que a todas luces nunca debería haber ocupado.

Otra cosa fundamental que hay que entender, es que una de las razones por las que su primer proyecto fue rechazado por el resto de los ministros de la corte, es que este poder no está facultado por la ley para modificar la Constitución, sólo para interpretarla, puesto que los cambios a la carta magna son facultad exclusiva del poder legislativo y no de los jueces.

Aceptar que el poder judicial realice cambios en la Constitución, es equivalente a tolerar que un juez en cualquier parte del país usurpe las funciones de un gobernador o de un congreso local para llevar a cabo funciones que sólo les competen a ellos. Es una aberración que terminaría por desequilibrar de facto todo el estado de derecho de la república, cuyo intento sólo podría esperarse de algún neófito en materia jurídica, lo cual se supone que este ministro no es.

Lo increíble es la reincidencia. En México cometer un delito por primera vez conlleva atenuantes en el tratamiento y en las penas que se le aplican al delincuente; la reincidencia es un agravante. Y este sujeto, que conoce perfectamente este principio, vuelve a intentar dar un golpe de estado de la manera más cínica posible, motivado por el beneficio evidente que esto puede traer a los delincuentes de cuello blanco, haciendo suponer a la sociedad que alguien lo está sobornando para que lo haga. No se entiende otra razón para que insista en seguir quemándose.

El colmo del reglamento de la corte, es que este sujeto puede presentar un proyecto similar las veces que quiera, aunque se lo vuelvan a rechazar y continuar así durante años, esperando que en algún momento los demás ministros decidan aprobarlo, aunque sea por cansancio, sin que su esfuerzo metalizado reciba ningún castigo formal.

Hasta en la escuela cuando repruebas una materia, cosa que a este individuo ya le sucedió, tienes oportunidad de presentar un examen a título de suficiencia para resarcir tu insuficiencia; de igual manera, este ejemplar de la corrupción descarada, incrustado en la instancia más alta del poder judicial, debería tener sólo esta última oportunidad para intentar dar un golpe contra el estado de derecho, escudado en el disfraz que le confiere el cartel de la toga. Si nadie más lo va a castigar, por lo menos que reciba el repudio de los mexicanos que deseamos vivir en un estado donde las atribuciones de los poderes se respeten.

Como decía el héroe de la Revolución Mexicana, Emiliano Zapata: “Muchos de estos, por complacer a tiranos o por un puñado de monedas, están traicionando y derramando la sangre de sus hermanos”.

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