Desde la pandemia el mundo viene experimentando un cambio dramático en la vida diaria de la humanidad. Sin embargo, en este 2022, cuando esperábamos comenzar a reponernos del golpazo que nos dio el coronavirus en todos los aspectos, parece habérsenos venido encima otra calamidad derivada del conflicto en Ucrania.

Y digo que parece, porque en realidad esto fue intencional; no es ninguna casualidad que la OTAN haya presionado a Rusia mediante la posible inclusión de Ucrania en este bloque, para que los rusos decidieran invadirla.

Para quien no entienda bien lo que pasó, simplemente hay que ver lo ue está sucedidieno en otra esfera planetaria. Imaginémonos que los chinos o los rusos le proponen a México sumarse a algún tratado que implique la defensa de su bloque de países en contra de los Estados Unidos, que ese tratado implica la posibilidad de que China o Rusia coloquen bases o misiles en las ciudades fronterizas de México y nuestro vecino del norte.

Con toda certeza los estadounidenses nos invadirían antes de que terminemos siquera de aceptar un tratado de ese tipo. Eso es lo que sucedió en Ucrania; si ese país se integra en la OTAN, esta organización liderada por Estados Unidos y Gran Bretaña, podría colocar misiles a una distancia de 5 minutos de Moscú. Por eso sabemos que el conflicto fue provocado, ayudando a colocar a un títere en la presidencia de Ucrania para manipularlo en este sentido.

Y aunque para los europeos no es evidente por el nivel de compromiso con el que apoyan a Ucrania, incluso pagando con el sufrimiento de sus pueblos y la desindustrialización de sus economías, los más beneficiados en toda esta ecuación son los Estados Unidos, como En el reciente conflicto entre Kosovo y Serbia que ellos fueron a terminar de incendiar, o en el que está escalando entre China y Taiwán, siendo también ellos quienes le pusieron leña al fuego.

Con todo este escenario de desestabilización, las que más ganan son las empresas fabricantes de armas y el precio del dólar, que en un escenario de inflación como el que se ha generado en el mundo a partir de la pandemia y el conflicto de Ucrania principalmente, se fortalecen prácticamente frente a todas las otras divisas.

Lo que estamos viendo en Europa es un auto atentado que está desmoronando las economías de la región en beneficio de la estadounidense, así como un rompimiento brutal de la globalización financierista que ha empujado a Rusia, China, la India y algunos más, a intentar comenzar a jugar su propio juego, sin la hegemonía de occidente, buscando alternativas a su moneda y a sus medios de pago para el intercambio de mercancías y servicios.

Durante 2022 apenas comenzamos a ver por donde parece que irán las cosas, pero el año que viene tendremos enfrente las consecuencias de lo que comenzó en este. Veremos países intermediando el gas y el petróleo ruso para que lo puedan adquirir los europeos que se están auto sancionando en forma demencial, a fin de que los Estados Unidos puedan venderles esto combustibles a precios exorbitantes y ni así se dan abasto.

Veremos también cómo empiezan a funcionar los nuevos mecanismos de compensación comercial y financiera, que establecerán entre ellos Moscú, Pekín y Nueva Delhi, mientras los europeos, liderados por un parlamento plagado de parásitos corruptos, se intenta recomponer para no regresar al Siglo XIX.

La buena noticia es que en todo este terremoto geopolítico, la economía estadounidense no va a entrar en una recesión el año que viene, eso garantiza que nuestro comercio con ellos continúe creciendo, que es una de las variables más importantes para el desarrollo del país.

Como dijo el escritor estadounidense Kurt Vonnegut: “No existe el orden en el mundo que nos rodea, debemos adaptarnos al caos”.

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