Tradicionalmente los gobiernos de los Estados Unidos han cometido todo tipo de tropelías, violaciones al derecho internacional y a los derechos humanos, escudados en un discurso falaz que les sirve de excusa para justificar sus acciones fascistas en contra de cualquier país que les represente un interés de saqueo.

Así lo vimos por ejemplo, antes de la guerra que desataron contra Iraq, utilizando el invento de Bush que acusaba a ese país de haber fabricado un arsenal con armas químicas de destrucción masiva. Con ese discurso, además de su acostumbrada mentira de defender una democracia de la que ellos mismos no gozan, se lanzaron a la destrucción de la antigua Bagdad, cuna de la civilización, destruyendo cuanto patrimonio cultural encontraron a su paso.

Como resultado destrozaron el país y una buena parte de las riquezas culturales que le pertenecían a la humanidad, le arrebataron el control sobre la producción de petróleo, lo dejaron en una situación de caos político y para colmo, nunca aparecieron las armas de destrucción masiva que fueron su razón principal para invadirlos.

Hoy vemos el desastre que han ayudado a provocar en Ucrania junto con la OTAN, participando directamente en el conflicto que ahí se desarrolla mediante la propaganda masiva, el envío de armas por más de 40 mil millones de dólares, destruyendo los gasoductos que podrían surtir de gas a sus propios aliados, para escalar el problema a dimensiones insospechadas, que van a perjudicar a Europa en el largo plazo causándoles un daño difícilmente reversible, negando lo evidente como es su costumbre.

En los últimos días el Departamento de Estado ha lanzado todo tipo de calumnias contra México, argumentando que los cárteles de la droga dominan algunas regiones del país, que aquí se violan derechos humanos y que nuestro país es responsable de que los habitantes de su país decidan drogarse con fentanilo.

Independientemente de que todo lo que afirman es mentira, fieles a su costumbre, se les olvida decir que los cárteles existen gracias a que casi 40 millones de ciudadanos estadounidenses deciden drogarse y crean un mercado que demanda ser cubierto. También omiten señalar que el 70% de la droga más letal que ingresa a su territorio de manera ilegal, lo hace por su frontera con Canadá y no por la que tienen con nosotros; que casi el 90% de los traficantes que pasan fentanilo por sus fronteras son estadounidenses y no migrantes latinoamericanos.

Tampoco dicen que el control de su propio territorio está en manos de capos locales y narcomenudistas a quien nadie detiene; también en poder de ciudadanos enfermos que salen a las calles disparando indiscriminadamente contra otros ciudadanos en todos los estados de la unión norteamericana, así como de banqueros que lavan el dinero de drogas y armas ilegales con absoluta impunidad. Si alguien no tiene control de su propio territorio es el gobierno de aquel país, que no puede acotar la violencia, la adicción y el narcotráfico, pero que se dedica a culpar a los demás.

Han juntado tanta suciedad debajo de la alfombra, que ya no cabe y les está siendo imposible lograr que alguien siga creyendo su narrativa falaz que pretende negar lo evidente. Ni Rusia es culpable de que la OTAN trate de instalar baterías de misiles afuera del Kremlin, ni México es responsable de que su sociedad se esté desmoronando inmersa en las drogas y la violencia, mientras sus élites persiguen beneficios económicos, violan los derechos fundamentales de sus minorías y sus medios de información declaman loas a la democracia y a la decencia.

Así rechazan las propuestas de paz de China para Ucrania, pero ellos no presentan ninguna opción para lograrla, pero vienen a platicar con el Presidente de México mientras por la espalda emitien toda clase de calumnias. Así es ese gobierno, pero hoy los mexicanos estamos aprendiendo a convivir con ellos sin arrastrarnos, como lo hacían nuestros gobiernos vendepatrias del pasado.

Como dijo el filósofo argentino José Ingenieros: “Si te arrastras como gusano, no te quejes si te pisan”.

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